Breve relato erótico

Jadeaba todo lo que la mano que la agarraba por el cuello le permitía, le dificultaba respirar, pero no le importaba, quizás era la excitación, quizás la falta de aire, quizás cada envite que arremetía contra ella hacia el armario hecho de madera de castaño. Sentía la elasticidad de la madera como si fueran las de sus piernas que lo rodeaban, una por la cintura apretando hacia ella, y la otra por encima del hombro, para conseguir llegar lo más profundo. Sus manos, en alto con los brazos casi desencajados sujetas por las muñecas, agarradas por la mano restante. De repente sentía que su mundo se paraba, el dejó de moverse. Un segundo, lo sintió como una eternidad, hasta que la embistió de nuevo a la vez que le mordía el cuello. Sintió un subidón de adrenalina, soltó un gemido que habría hecho avergonzarse al marido de la vecina. En ese momento, liberó sus manos Y sin perder tiempo las bajó con rapidez clavando sus uñas en la espalda. Dolió, pero no por ello paró, sin soltarla del cuello la tiró sobre la cama, antes de que pudiera reaccionar se le tiró encima, estirando sus brazos, abriendo sus piernas. Sentía como ahora él también jadeaba el sudor goteaba de sus mechones sobre los pechos. Continuó sin perder el tiempo, empezó besando su cuello, dando pequeños bocados con los labios y muy poco roce con los dientes, lo justo que combinaba lo suave con lo grabe, como sentir que te recorre la armonía del jazz mientras te desgarran los guturales a ritmo de un bajo.
Pasó a besar hacia abajo, sus clavículas, repasándolas con los labios de forma suave, recorriendo un camino hacia sus pechos, entonces empezó a notar algo húmedo, y no era ella, sentía como a medida que se acercaba a las aureolas de sus pechos ejercía más presión con la lengua, empezó notándola como un pincel, que dibujaba espiral hasta llegar al pezón, el cual rodeo con la lengua antes de envolverlo con sus labios, y dentro de su boca, solo él sabía lo que hacía, pero ella no podía dejar de sentirlo, como succionaba a medida que daba lametones con gran presión sobre el centro del pezón... para acabar soltándolo, no sin antes dar un pequeño mordisco, haciendo que su pecho se tambalee como una dulce gelatina. Todo esto mientras su otro seno estaba siendo atendido con la mano, sintiendo como las suaves yemas de sus dedos dibujaban círculos, como su mano agarraba su pecho y jugaba con él de forma gentil, como pellizcó su pezón estirando hacia arriba y lo soltó al momento que soltaba el otro. Su lengua, seguía bajando desde sus pechos marcando un camino, sus pechos volvían a ser agarrados por sus manos, él no quería dejarlos desatendidos de momento, sentía las caricias sobre sus pezones, como la acariciaba rodeando sus aureolas. Dejó de sentir el contacto con su lengua, y comenzó a notar un camino de besos que formaba su cintura, continuaba por sus muslos…dando un salto al monte de Venus, besándolo con toda la amplitud de sus gruesos y carnosos labios. Esos labios que eran como una esponjita de azúcar bañada en un sirope de lascivia y pasión. De nuevo, sintió su lengua, y como sus brazos dejaban sus pechos, sin dejar de tocarla, se deslizaban sobre sus curvas hasta llegar a sus piernas. Se puso de rodillas, y agarrándola por ambos muslos la atrajo hacia él, tan cerca que notaba su respiración en el interior de los muslos. Sus manos estaban libres, pero no quería, no sentía que tuviera que usarlas para agarrarse, inconscientemente se agarró fuerte al colchón. Sentía sus manos abrir sus piernas desde dentro, suave a medida que sentía más de cerca su aliento, su respiración, sus ansias de deseo. La espera la mataba, un par de segundos y pensaba que se volvería loca. Entonces, justo entonces notaba como su lengua intentaba penetrarla, la notaba jugando con ambos labios, acariciando el interior lo justo, mientras sus manos se acercaban haciendo apoyo a la lengua. Una, uso dos dedos para abrir sus labios, que se despegaron con un chapoteo que sabía que a él le encantaba. De repente, notó como su otra mano como esta subía un poco más buscando la comisura superior, tratando de buscar la perla más valiosa, esa que hacía sentir al caviar como algo insípido, si le preguntaran que le daría la vida, respondería que ella, acaloraba su frio y saciaba su sed. Cómo si de un eclipse se tratara, sus manos y lengua, se alinearon, sintiendo como la penetraba mientras frotaba su clítoris tanteando los tempos. Se sofocaba, empezó hiper ventilar, a gemir sin miedo...entonces, soltó el colchón y lo agarró por los pelos apretándolo contra ella, sus piernas, se abrieron del todo para abrazarlo por el cuello y no dejar ni por un segundo que sus labios se separasen.





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